Dicen que del amor al odio hay una pequeña barrera, este dicho también puede aplicarse en muchos casos a las relaciones de pareja. Veamos algunos ejemplos:

«Cuernos»: Nuestra pareja jamás nos ha dado muestras de infidelidad, sus demostraciones de cariño y amor son irrefutables, y esto nos produce una enorme tranquilidad. Pero un día descubrimos que nos está siendo infiel y lleva una doble vida. Ahí mismo comienza a nacer el odio.

Como este sentimiento está justificado por el engaño, comenzamos a imaginar todo lo que haríamos para hacerle daño, desde peleas, separación total, ponerle los cuernos de la misma manera, proclamar a voces su engaño, es decir, pasamos del amor a un odio con sentimientos destructivos.

Reencuentro con un ex que te hizo daño: Dejamos a nuestra pareja porque nos fue infiel y esta ruptura está marcada por el odio. Pero un día, después de varios años, nos encontramos con esta persona que nos hizo tanto daño y comenzamos a conversar sobre lo pasado, nos llenamos de rencor, explotamos todo lo acumulado en ese tiempo, y sin saber cómo ni por qué, terminamos en la cama. Y aquel odio pasa a un nuevo sentimiento de amor o deseo que queda truncado por la difícil ruptura. Aunque esto no impide que le sigamos guardando rencor, solo que podemos convivir con los dos sentimientos a la vez.

El amor es capaz de conciliar en sí mismo muchas pasiones y sensaciones (cariño, deseo, pasión, odio, rencor, celos), mientras que el olvido no deja huellas, si acaso, la desazón del tiempo perdido.

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